domingo, 1 de abril de 2012

Sobre la memoria

¿Donde se sitúa nuestra memoria, nuestros recuerdos más preciados? Desde hace tiempo me ronda esta pregunta en mi cabeza. Evidentemente, deben existir mecanismos de carácter físico que determinen el almacenamiento de esta información. Pero cuando hablamos de memoria hay diversos tipos: fotográfica, auditiva, mecánica. Existen recuerdos de imágenes que han quedado fijados en nuestra memoria (es la expresión más habitual). También voces de personas que hace mucho no oímos, canciones que al volver a oir recordamos su melodía. En ocasiones, esas melodías se asocian a sitios concretos o situaciones emocionales que vivimos años atras. Movimientos que quedan intimamente ligados a nosotros como montar en bici o conducir un coche. O leer.
Hace poco oí una explicación que reconozco me llenó de emoción: eran proteínas que adquirían una determinada forma cada vez que se producía un recuerdo concreto ( o aprendizaje), activando en determinados momentos esos recuerdos antes aludidos. La explicación me emocionó porque suponía ver la materialización de esas dudas que me planteaba: los recuerdos y la memoria tenían un componente físico. Reconozco que de inmediato me alsaltaron de nuevo dudas sobre como se plasmaban estas entidades y quedaba un vacío lógico a algunas cuestiones (donde se almacenaban, sobre donde actuaban, como se les daba forma)
La Neurobiología (ciencia de moda en la actualidad) me ha permitido esbozar una posible salida a dichas cuestiones. Los mecanismos más intimos del funcionamiento de nuestro cerebro están basados en gran medida en la capacidad para realizar conexiones entre neuronas. Cuando aprendemos algo nuevo, se desarrollan nuevas conexiones que permiten establecer un torrente de conductas que nos llevan a considerar que hemos aprendido o memorizado (o recordado algo). Para poder llevar a cabo dicha explicación necesitamos de los sentidos (órganos que nos informan del mundo y del medio donde nos desarrollamos). Cada uno de ellos tiene en nuestra corteza cerebral un pequeño coto privado en donde se alojan las neuronas que se activan al recibir una señal concreta de este medio. Pero, y he aqui la hipótesis, debe existir en zonas cercanas a esta áreas sensitivas, neuronas que establecen conexiones que permiten almacenar una información concreta de ese estímulo. Al probar un nuevo sabor, nuestra corteza cerebral lo percibe e interpreta, pero un grupo de neuronas lo fija a través de conexiones concretas entre neuronas concretas, de forma que cuando se repite el estímulo recordamos ese sabor, porque se activan las neuronas correspondientes. Cuando recordamos un determinado olor, es porque esas neuronas se ponen en funcionamiento por debajo del area cortical de nuestro cerebro que percibe dicho estímulo.
Existen distintos niveles de fijación de la memoria. Si el proceso que se desencadena tras el estímulo, o el mecanismo que hemos aprendido es muy complejo, implicando mucho tiempo de repetición o implican varios órganos de nuestro sentido, implicarán igualmente más neuronas y las conexiones serán más intensas (o puede que incluso permanentes en un alto grado). Mecanismos como el habla serían un de estos procesos. Precisamos mucho tiempo y empeño para aprender el complejo mecanismo del habla, implicando a muchos de nuestros sentidos para llevarlo a cabo. Una vez afianzados, no lo olvidamos. Disponemos en nuestro cerebro dos áreas especificas para dicha habilidad, pero sin el estímulo del aprendizaje (sin las conexiones necesarias) aprendidas por imitación de los estímulos continuos de las personas que nos rodean desde nuestra infancia, sería completamente imposible. A partir de entonces, el estímulo necesario para el habla es contínuo. Otros aprendizajes o memorizaciones, son menos intensos. Un olor, un sonido, una melodía son memorizados implicando un número menor de neuronas, solo es preciso el estímulo para poner en funcionamiento el recuerdo.
Esta implicación ambiente neurona es parecida a la influencia del ambiente en la expresión de nuestros genes, la conocida Epigenética, por lo que el ambiente para el aprendizaje es fundamental, sin pormenorizar si es bueno o malo, mejor o peor, solo el ambiente que sirve de impronta para los recuerdos posteriores que permiten desarrollar de nuevo ese aprendizaje dormido.